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Paradojas del juego político: cuando menos se suponía, el bipartidismo imperfecto y las reglas del sistema –la ley de Hont y la aritmética parlamentaria– pusieron nuevamente encima de la mesa la cuestión de la «participación catalana en el gobierno de La capital española». Tema reiterada (y por consiguiente sospechosamente) mal planteado, no solo por la cuestión formal de achicar el gobierno de la nación a su emplazamiento urbano, sino más bien más que nada por el abuso –inversamente proporcional al previo– de confundir al gentilicio (los catalanes ) con lo que es sencillamente un partido (la minoría mayoritaria en su territorio autónomo). Pero, en resumen, no es este el sitio mucho más conveniente para deslizarnos por los misterios de la oratoria nacionalista. En todo caso, como es bien conocido, el tema no es nuevo, e inclusive puede decirse que en la vertiente mucho más desarrollada desemboca en intranquilidades tradicionales, prácticamente recurrentes, como el desarrollo de unificación y la posterior vertebración de España. Ciertos análisis históricos inevitables se han escrito sobre el especial en las últimas décadas: basta refererir proyectos y autores de la talla de J. H. Elliot –La rebelión de los catalanes: una investigación sobre la caída de España (15981640) )– y P. Vilar –Cataluña en la España actualizada: indagaciones sobre los argumentos económicos de las construcciones nacionales–. Desde una visión mucho más próxima a eso que mencionamos aquí se puede nombrar la monumental obra de Jesús Pabó encargada de Cambó, un género de análisis fructífero que se alarga hasta nuestros días (Borja de Riquer: El último Cambó (1936-1947) ): la derecha catalanista frente a la guerra civil y el primer franquismo). Los libros que motivan esta nota se mueven, como le sospechará lector atento, a un nivel mucho más sencillo: no aspiran tanto a la noticia u singularidad como a la divulgación, situándose por consiguiente a la altura de un público no singularmente versado en estas lides. En este sentido ahora puede anticiparse que cumplen sobradamente su cometido. Vaca de Osma, ilustre diplomático, «historiador por vocación», traza una interpretación tibia, medida y bienintencionada de la aportación catalana a la construcción histórica de España, respetuosa por una parte con la óptica del nacionalismo catalán, pero protectora de la otra del ingrediente integrador (reconocimiento del hecho diferencial catalán en el grupo de la nación de españa). Historia clásico, en sentido prácticamente de forma exclusiva político, redactada desde el los pies en el suelo, con el expreso deseo de juntar voluntades en una compañía común que concierne a todos y cada uno de los españoles.

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En ocasiones, no obstante, las buenas pretenciones son deficientes, no ahora por ciertas imprecisiones o imprecisiones que tengan la posibilidad de atribuirse al esquematismo oa la intención de síntesis, sino más bien por ciertas interpretaciones ideológicas –en el sentido mucho más peyorativo– que afectan desde los « orígenes históricos de Catalunya» antes aun del surgimiento de Hispania (lo bastante para erizar el pelo a cualquier historiador estricto) hasta una versión llamativa –por decirlo delicadamente– de la guerra civil. Ainaud de Lasarte, historiador, letrado y político convergente, ahora nos había brindado un avance con apariencia de producto del mismo tema que aquí aborda («Ministros catalanes en La capital de españa», en X. Vidal-Folch (ed.): Los catalanes y el poder, 1994). Su obra es entretenida, está redactada con desenfadado y también indiscutible agilidad, logrando esencialmente su propósito de fácil introducción al tema. Pero la intención de fondos de la obra es considerablemente más discutible. El libro quiere justificarse como intento de ocupar medianamente un espacio historiográfico que el creador considera esencial e inclusive asombroso: la sepa de una visión global de la contribución de los catalanes a los gobiernos de España. Pero esta participación se comprende por una parte desde la óptica deformante del nacionalismo –Ainaud quiere entender «quienes habían representado a Catalunya (?) en la política de españa» a lo largo de 2 siglos–, y por otra parte en un sentido muy restrictivo – la gente específicas, o sea los catalanes con nombre y apellidos, que se sentaron en algún momento en las sillas del Consejo de Ministros–. ¿Pero qué mínimo común denominador tienen Alòs de Mora –ministro bajo Fernando VII–, el general Prim, Víctor Concas, Frederica Montseny, López Rodó y Narcís Serra, por refererir solo volapluma? Ninguno de estos individuos llegaron al gobierno por ni para representar a Catalunya, ni lucharon en defensa de esta, sino más bien de las ideas o los partidos. No está de sobra rememorar estas cosas obvias, puesto que de la reiteración de estas manipulaciones se alimenta infatigablemente la mitología nacionalista.

LA MITAD DE LOS COLEGIOS

Según la asociación que hizo el estudio educativo, el único propósito del libro es “detectar Baleares con Cataluña para asegurar un espíritu nacional de los territorios de charla catalana”.

El libro en cuestión es de Lengua Catalana y Literatura de 1º de Bachillerato de la editorial Anaya. Según comunica el mencionado períodico, el manual de enseñanza se emplea en prácticamente media parta de los centros públicos.

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